La pesca jugaba un papel importante en la economía romana,
tanto como la producción de cereales, vino o aceite, pues de esa actividad
dependía en gran medida la subsistencia de la población. Fresco, o en conserva,
llegaba prácticamente a todas las cocinas; a las de los pudientes, las especies
más apreciadas, siendo de consumo habitual entre las clases menos favorecidas.
Las salsas de pescado eran otra alternativa de consumo y estaban presentes en
la mayoría de las recetas de la época, conociéndose -al menos, cuatro tipos
diferentes: garum, hallec, muria y liquamen.
El primero era el más apreciado, obteniéndose por
fermentación natural de las vísceras del pescado, contando con un antiséptico,
la sal, que evita la putrefacción. Se preparaba con infinidad de variedades,
tanto de gran tamaño -caso del atún, como especies más pequeñas, mezclándose
con sal, a razón de una parte de sal por ocho de pescado. Luego se dejaba secar
al sol durante semanas, removiéndose la pasta diariamente y, finalmente, se
colaba repetidas veces hasta obtener una salsa clara que se envasaba en ánforas
para su transporte y comercialización.
Hay dos tipos de pesca:
-pesca con caña y pesca con redes.