En Roma la vestimenta distinguía y diferenciaba a las clases
sociales. Por ejemplo, sólo los senadores romanos usaban el calceus,
zapato propio de esta casta. A pesar de las similitudes entre griegos y romanos
estos últimos tenían una gran característica: la ropa tenía un profundo
significado político. Los jóvenes al cumplir 21 años usaban sobre la túnica, la
toga, amplio manto de lana o hilo, símbolo del hombre libre. En la toga se
colgaban los distintivos del grado político que el ciudadano adquiría a lo largo
de su trayectoria. Las mujeres romanas, como las griegas del periodo clásico,
usaban una túnica y un amplio manto rectangular conocido como palla. La túnica
o stola fue el reflejo de las influencias etruscas (sencillez en las líneas y
en los colores). Más tarde el contacto de esta civilización con culturas
orientales y el crecimiento del concepto de la elegancia fueron modificando el
atuendo. Las túnicas se confeccionaron con telas más suaves y ligeras, de
colores más variados e intensos. Este hito sucedió también con la ropa
masculina después de la caída del Imperio Romano de Occidente, donde las
influencias bizantinas entraron marcando la elegancia en las togas y túnicas.
Bordados de oro y piedras preciosas adornaron las elegantes y refinadas telas que
caían en profundos pliegues. Sin embargo, el vestuario romano popular casi no
varió. Ellos siguieron vistiendo la túnica tosca y la capa con gorro de lana,
en invierno y de algodón, en verano.
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